lunes, 29 de febrero de 2016

EL CANON LITERARIO


El rol de los receptores y el canon literario

Como se dijo, a través de la historia no siempre la concepción de lo que es literatura fue la misma. En este sentido, muchas obras literarias que en la actualidad son consideradas “maestras” fueron rechazadas oportunamente por sus contemporáneos porque —según ellos— carecían valor estético.
El canon literario es un conjunto de pautas variables con el tiempo y el lugar que permiten considerar artístico o no a un escrito. 
Así, existen en cada época y para cada sociedad obras comprendidas o no en el canon literario. Las obras que no son incluidas en el canon pasan a formar parte de la “literatura marginal”, porque están al margen o fuera de las pautas aceptadas.
Y como la buena literatura no nace de la pura inspiración sino que también implica habilidades que hay que desarrollar para obtener calidad, quienes determinan qué textos forman parte del canon son las instituciones, como las universidades, las editoriales, los críticos literarios y los grupos de escritores.
La obra literaria es producto de una convención, un acuerdo social, no válido universalmente, es decir, arbitrario. En su definición intervienen decisivamente los receptores (lectores, críticos, especialistas, medios de comunicación, mercado editorial, instituciones educativas), quienes contribuyen a determinar qué se incluye dentro de la literatura y qué no en diferentes épocas. Por ejemplo, para los pueblos originarios los mitos eran relatos sagrados y ligados a la religión pero mucho después fueron considerados y aceptados como textos literarios por su valor estético.
Estas instituciones influyen, entonces, en la conformación del canon literario, el conjunto de obras orales y escritas que aún hoy subsiste. Algunos textos entran en esta “ilusoria totalidad” pero otros quedan afuera y esto demuestra su arbitrariedad. 
Dentro del canon literario distinguimos al canon oficial, que representa a una sociedad (esta lo legitima) e influyen en él instituciones ligadas al campo de la política, la educación, el periodismo. No sucede lo mismo con el canon crítico: en él intervienen los intelectuales (críticos, especialistas), mientras que en el canon accesible actúan tanto el mercado de comercialización (privado) como las bibliotecas (público).
El canon clásico es una lista selecta de obras que se siguen leyendo con interés y admiración desde hace mucho tiempo. “Marcaron la diferencia”, nos siguen diciendo “cosas importantes y universales”, por eso son prestigiosas. La escuela las toma como “modelos de calidad” y valores representativos. Por ejemplo: las tragedias de Sófocles, el Cantar de Mío Cid, Don Quijote de la Mancha, Romeo y Julieta, Martín Fierro, por nombrar algunas. 
Por otra parte, el escritor italiano Ítalo Calvino (Cuba, 1923/Italia, 1985) propuso la noción de canon personal para referirse a esa lista íntima que constituyen los textos literarios que preferimos porque nos conmovieron, emocionaron, hicieron pensar, movilizaron de modo único y particular.


Julio Cortázar (Argentina, 1914/1984), Mario Vargas Llosa (Perú, 1936), Gabriel García Márquez (Colombia, 1927/2014), Carlos Fuentes (México, 1928/2012): escritores latinoamericanos cuyas obras literarias están consideradas en el canon literario de nuestro continente.

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