martes, 19 de septiembre de 2023

MAROLO, Eliana: Dos mundos enfrentados. Algunas consideraciones sobre "El matadero" de Esteban Echeverría

 




Por Eliana Marolo


Resumen

El presente trabajo procura abordar una de las obras más importantes de la literatura argentina: El Matadero de Esteban Echeverría. Partiendo de los aportes de distintos críticos literarios, el análisis se centrará en las temáticas de la violencia y de la escisión de dos mundos irreconciliables: el de los unitarios y el de los federales. Además, tomando como marco a la corriente romántica en el Río de La Plata y a la lucha antirrosista, se intentará conjeturar acerca de las posibles causas por las que el cuento no fue publicado en el momento de su producción.

Palabras clave: romanticismo, antirrosismo, ficción, oposición, violencia.

Introducción

Esteban Echeverría es uno de los escritores más destacados del movimiento romántico del Río de La Plata, no solo por la calidad de sus obras, sino también por su compromiso político y social. Combinó su tarea de poeta y escritor con una activa participación política que lo llevó a liderar la Asociación de Mayo, un agrupamiento de jóvenes intelectuales que buscaba diseñar y definir líneas de acción para la organización y conducción nacional. En este marco, Echeverría escribió el manifiesto de la agrupación en el que planteaba, entre otras cosas, la necesidad de superar la controversia entre unitarios y federales para poder avanzar en la configuración de una nueva sociedad, retomando el ideario de la Revolución de Mayo. Crítica de los unitarios y también de los federales, la Joven Generación se propuso, al principio, secundar a Rosas en su gobierno; pero el poco interés demostrado por el gobernador y la agudización de los conflictos políticos a partir de 1838, a causa del bloqueo francés y del entrelazamiento de la crisis uruguaya y la argentina, determinaron el pasaje de estos jóvenes intelectuales a la oposición. De este modo, se puso en marcha una “tarea de proselitismo de quienes ocupaban posiciones de influencia en la constelación política federal” (Halperin Donghi, 1980, p.9) y una tarea de lucha y de resistencia, llevada a cabo desde el exilio, que hostigó al régimen rosista desde la prensa y dio lugar a “la configuración de una estética romántica libertaria (y, como tal antirrosista) que convirtió al ideario político en literatura” (Pagliai, 2014, p. 76).

El Matadero se inscribe en esta estética romántica antirrosista. Se trata de una obra escrita, posiblemente, entre 1838 y 1840, durante el exilio de Echeverría en Montevideo; pero que fue publicada recién en 1871 en la Revista del Río de La Plata por Juan María Gutiérrez, veinte años después de la muerte de su autor. Probablemente, no fue publicada en el momento de su producción por el peligro que significaba en el marco de la persecución a los opositores instalada por Rosas; pero, además, porque no se ajustaba a los estándares literarios de la época. Ricardo Piglia (1993) señala al respecto que “Echeverría no lo publicó (…) porque era una ficción y la ficción no tenía lugar en la literatura argentina (…) la ficción aparecía como antagónica con un uso político de la literatura” (p. 4).

Igualmente, más allá de que El Matadero haya salido a la luz tantos años después, la crítica coincide en señalar que es la obra más relevante del período y que marca el inicio de la narrativa argentina moderna. Se trata de un cuento cuya originalidad reside en que se inscribe en la estética romántica del momento pero, a su vez, presenta una impronta realista que lo hace salir de esos parámetros.

Una obra de ficción

El Matadero es un relato que pertenece al ámbito de la ficción. Al respecto, Piglia (1993) señala que es la ficción lo que le permite a Echeverría abordar todo aquello que no es posible desde el relato histórico, le da la posibilidad de hablar de los “otros”, de representar su mundo y darles voz.

En El Matadero esos “otros” son los federales, o mejor dicho, las clases subalternas defensoras y fanáticas del rosismo que, en la obra, se nuclean en torno al matadero de la Convalecencia. Es por esto que se puede definir a la obra como un relato de costumbres, ya que Echeverría logra presentar los caracteres y describir las costumbres de esa clase marginal. Y aquí, justamente, es donde reside esa originalidad de la que se habló anteriormente: si bien se trata de una obra que “es producto de una mentalidad romántica (Jitrik, 1981)” (Pagliai, 2014, p. 79), ese costumbrismo que incorpora trazos realistas traspasa los propios límites de la estética romántica.

Ese realismo que está presente en la descripción de los personajes, en los diálogos que imitan el lenguaje de los “otros” y en la crudeza con la que se describe cada escena de violencia es lo que, justamente, no tenía lugar en la literatura del romanticismo. Seguramente, Echeverría era consciente de esto y por eso descartó su publicación, ya que significaba un quiebre en la concepción estética del momento para la que ni él ni sus pares intelectuales estaban todavía preparados.

Un juego de opuestos

Desde el inicio del relato se plantea la existencia de dos mundos irreconciliables: el de los unitarios y el de los federales. Esta idea irá profundizándose y alcanzará su punto culminante con la llegada del joven unitario al matadero. A partir de ese momento, lo bajo, lo bárbaro, la cultura subalterna queda asociada al mundo de los federales que se contrapone, visiblemente, a lo alto, a lo civilizado, a la cultura superior a la que pertenece el unitario. Este juego entre opuestos sirve, entonces, para destacar las diferencias, es decir, las distancias que existen entre esos dos mundos.

Esta dicotomía puede observarse en el lenguaje de los personajes: por un lado, la lengua culta y, por otro, la popular. Al respecto, Martín Kohan (2006) señala que estos dos mundos enfrentados “no se tocan, y si se tocan no se comunican y si se comunican no se entienden” (pp. 188- 189). El lenguaje que maneja el unitario es tan elevado y respetable que parece una “lengua extranjera” (Piglia, 1993, p.3): “Porque lo llevo en el corazón por la Patria [al luto], por la Patria que vosotros habéis asesinado, infames” (Echeverría, 1957, p. 83). Esta manera de hablar se contrapone a la lengua popular, marcada de brutalidad y violencia, que en la obra se presenta directamente, en toda su crudeza, sin un enriquecimiento por parte del artista:

«—Ahí se mete el cebo en las tetas, la tía, —gritaba uno.

—Aquel lo escondió en el alzapón, —replicaba la negra.

— ¡Ché!, negra bruja, salí de aquí antes de que te pegue un tajo, —exclamaba el carnicero.

— ¿Qué le hago, ño Juan?, ¡no sea malo! Yo no quiero sino la panza y las tripas.

—Son para esa bruja: a la m…

— ¡A la bruja!, ¡a la bruja!—repitieron los muchachos—; ¡se lleva la riñonada y el tongorí!— Y cayeron sobre su cabeza sendos cuajos de sangre y tremendas pelotas de barro.» (Echeverría, 1957, p. 23).

Este antagonismo puede observarse también en el espacio, en la oposición entre lo urbano y lo suburbano. Kohan (2006) habla de la amenaza que significaba para Buenos Aires, para la ciudad, la cercanía del matadero, la proximidad del mundo suburbano que guarda cierta correspondencia con el ámbito rural. La violencia se ubica en las orillas de la ciudad, está tan próxima que representa una amenaza constante ya que puede desbordarse en cualquier momento.

Por último, también puede advertirse el juego entre lo móvil y lo inmóvil, que se evidencia, sobre todo, a partir de la presencia de dos elementos que son constantes en la obra: el agua, que corre representando movimiento, y el barro, que estanca e inmoviliza (Kohan, 2006). Y entre estos dos elementos, la sangre. Sangre que algunas veces se estanca y se hace barro como en el caso del charco que deja el niño muerto por el lazo: “Del niño degollado por el lazo, no quedaba sino un charco de sangre: su cadáver estaba en el cementerio” (Echeverría, 1957, p. 27) o sangre que corre como el agua, tal como se presenta en la escena final en la que muere el unitario: “(…) un torrente de sangre brotó borbolloneando de la boca y las narices del joven, y extendiéndose empezó a caer a chorros por entrambos lados de la mesa” (Echeverría, 1957, p. 34).
La violencia

El Matadero puede definirse como una historia de violencia: la violencia que provoca el hambre, la violencia que desata el escape del toro, la violencia representada en la insensibilidad de la gente frente al chico degollado, la violencia de la burla y la humillación frente al inglés hundido en el barro y la violencia en su expresión máxima, cerrando la obra, con la muerte del unitario.

Todas estas escenas de violencia y brutalidad transcurren en un solo día y en un solo lugar: el matadero. Y en ese ámbito, en el que conviven diariamente hombres y animales, los seres humanos terminan comportándose como tales, terminan “animalizándose”. Al respecto, Martín Kohan (2006) advierte que unitarios y federales se animalizan los unos a los otros. El unitario compara a los federales con los animales: “El lobo, el tigre, la pantera también sos fuertes como vosotros. Deberíais andar como ellas en cuatro patas” (Echeverría, 1957, p. 32) y en varias ocasiones el narrador también lo hace: “¡Qué bravura en los federales! Siempre en pandilla cayendo como buitres sobre la víctima inerte” (Echeverría, 1957, p.30). El pueblo federal, por su parte, también animaliza pero, en este caso, al unitario: “Perro furioso”, “Está furioso como toro montaraz” (Echeverría, 1957: p.29, p.31).

La gran diferencia entre estos dos mundos escindidos es que los federales traspasan el límite, pasan de la violencia verbal a la violencia física y si bien no matan directamente al unitario, este termina muriendo de rabia. Y, de esta manera, ocurre otro acto de violencia que excede a la obra para ubicarse en el ámbito de la recepción de la misma: “El Matadero es un relato sobre la violencia de los cuerpos que apuesta a producir con las palabras el efecto de violentar al lector, del mismo modo que las acciones violentan al héroe unitario” (Iglesias, 2004, p. 24).

Esta escena que pone fin al relato quizás podría haberse evitado, es una consecuencia de no conocer los límites de la ciudad, de internarse en sus orillas y terminar en territorio enemigo. Esto es lo que sucede con el unitario, ese “otro” desde la mirada popular, que llega allí algo distraído y termina desatando la furia. Y aunque esta furia es contenida por el juez, quien pide explícitamente que no lo maten, el unitario no sabe o no puede escucharlo cuando le dice “¡Calma! No hay que encolerizarse” (Echeverría, 1957, p. 31). La situación lo supera y termina reventando de bronca, de indignación, cuando, en realidad, solo querían “divertirse” con él: “Pobre diablo: queríamos únicamente divertirnos con él y tomó la cosa demasiado en serio—exclamó el Juez frunciendo el ceño de tigre” (Echeverría, 1957, p. 34). Esto pone de manifiesto que, en el matadero de la Convalecencia, el divertimento y la violencia van de la mano, “la tragedia es parte de la risa popular”. (Kohan, 2006, p. 199).

Palabras finales

El Matadero es considerado por la crítica del siglo XX como una obra fundante, como un cuento que marca el inicio de la narrativa argentina moderna. Esto se debe a que se trata de una ficción en prosa que si bien se enmarca dentro del primer período del romanticismo (1) argentino, logra salirse de esos parámetros incorporando rasgos realistas, una verdadera novedad para la época.

Esteban Echeverría realiza una denuncia social y política en este texto. Desde un tono a veces irónico y otras veces serio y cargado de dramatismo, logra describir el mundo de ese “otro”, consigue darle voz y contrastarlo con ese otro mundo culto al que, de hecho, él mismo pertenece. Todas las situaciones de violencia descriptas y narradas durante la obra sirven de introducción y de contextualización a ese último pasaje en el que la violencia llega a su expresión máxima: el unitario muere de rabia. 

Notas

[1] El romanticismo en el Río de La Plata surge en 1830 y se extiende hasta la década del 80 de ese siglo, involucrando a dos generaciones de escritores. Por lo tanto, en las historias literarias suelen señalarse dos etapas: el primer romanticismo cuyos escritores publican el grueso de sus obras entre 1837 y 1860, y un segundo romanticismo que se extiende desde 1860 hasta más allá de la década de 1880. (Pagliai, 2014, p.29).

Referencias bibliográficas

Echeverría, E. (1957). El Matadero. Buenos Aires: Editorial Tor.

Halperín Donghi, T. (1980). Una nación para el desierto argentino. En Proyecto y construcción de una nación (Argentina 1846-1880) (pp. 7- 149). Caracas: Biblioteca Ayacucho.

Iglesias, C. (2004). Mártires o libres: un dilema estético. Las víctimas de la cultura en El Matadero de Echeverría y sus reescrituras. En Letras y divisas: ensayo sobre literatura y rosismo (pp. 23- 31). Buenos Aires: Santiago Arcos.

Jitrik, N. (1981). Forma y significación en El Matadero. En La crítica literaria contemporánea (pp. 17- 29). Buenos Aires: CEAL.

Kohan, M. (2006). Las fronteras de la muerte. En Laera, A. y M. Kohan (comp.), Las brújulas del extraviado: para una lectura integral de Esteban Echeverría (pp. 171-203). Rosario: Beatriz Viterbo Editora.

Pagliai, L. (2014). 1. Cronología comentada (1830- 1930): 1.1 El romanticismo: de la literatura combativa a la escritura intimista. 2. Literatura y nación: de la construcción de la patria al fracaso del proyecto: 2.1 El ideario de la Generación del 37: la lucha contra Rosas como materia estética. En Literatura argentina: 1830- 1930 (pp.27- 46 y pp. 71- 82). Bernal: Universidad Virtual de Quilmes.

Piglia, R. (1993). Echeverría y el lugar de la ficción. En La Argentina en pedazos (pp. 8- 19). Buenos Aires: Ediciones de la Urraca.

¿Cómo citar este artículo?

Marolo, E. (2016). Dos mundos enfrentados. Algunas consideraciones sobre El Matadero de Esteban Echeverría. Sociales y Virtuales, 3(3). Recuperado de http://socialesyvirtuales.web.unq.edu.ar/dossier/dossier-literatura-argentina/dos-mundos-enfrentados/

domingo, 14 de agosto de 2022

HAN, Byung-Chul: "Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose"



El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, un destacado diseccionador de la sociedad del hiperconsumismo, explica en Barcelona sus críticas al “infierno de lo igual”

Las Torres Gemelas, edificios iguales entre sí y que se reflejan mutuamente, un sistema cerrado en sí mismo, imponiendo lo igual y excluyendo lo distinto y que fueron objetivo de un atentado que abrió una brecha en el sistema global de lo igual. O la gente practicando binge watching (atracones de ver series), visualizando continuamente solo aquello que le gusta: de nuevo, proliferando lo igual, nunca lo distinto o el otro... Son dos de las potentes imágenes que utiliza el filósofo Byung-Chul Han (Seúl, 1959), uno de los más reconocidos diseccionadores de los males que aquejan a la sociedad hiperconsumista y neoliberal tras la caída del muro de Berlín. Libros como La sociedad del cansancio, Psicopolítica o La expulsión de lo distinto compendian su tupido discurso intelectual, que desarrolla siempre en red: todo lo conecta, como hace con sus manos muy abiertas, de dedos largos que se juntan mientras cimbrea una corta coleta en la cabeza.

“En la orwelliana 1984 esa sociedad era consciente de que estaba siendo dominada; hoy no tenemos ni esa consciencia de dominación”, alertó ayer en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), donde el profesor formado y afincado en Alemania disertó sobre la expulsión de la diferencia. Y dio pie a conocer su particular cosmovisión, construida a partir de su tesis de que los individuos hoy se autoexplotan y sienten pavor hacia el otro, el diferente. Viviendo, así, en “el desierto, o el infierno, de lo igual”.
Autenticidad. Para Han, la gente se vende como auténtica porque “todos quieren ser distintos de los demás”, lo que fuerza a “producirse a uno mismo”. Y es imposible serlo hoy auténticamente porque “en esa voluntad de ser distinto prosigue lo igual”. Resultado: el sistema solo permite que se den “diferencias comercializables”.
Autoexplotación. Se ha pasado, en opinión del filósofo, “del deber de hacer” una cosa al “poder hacerla”. “Se vive con la angustia de no hacer siempre todo lo que se puede”, y si no se triunfa, es culpa suya. “Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del trabajador quemado”. Y la consecuencia, peor: “Ya no hay contra quien dirigir la revolución, no hay otros de donde provenga la represión”. Es “la alienación de uno mismo”, que en lo físico se traduce en anorexias o en sobreingestas de comida o de productos de consumo u ocio.
‘Big data’. “Los macrodatos hacen superfluo el pensamiento porque si todo es numerable, todo es igual... Estamos en pleno dataísmo: el hombre ya no es soberano de sí mismo sino que es resultado de una operación algorítmica que lo domina sin que lo perciba; lo vemos en China con la concesión de visados según los datos que maneja el Estado o en la técnica del reconocimiento facial”. ¿La revuelta pasaría por dejar de compartir datos o de estar en las redes sociales? “No podemos negarnos a facilitarlos: una sierra también puede cortar cabezas... Hay que ajustar el sistema: el ebook está hecho para que yo lea, no para que me lea a mí a través de algoritmos... ¿O es que el algoritmo hará ahora al hombre? En EE.UU. hemos visto la influencia de Facebook en las elecciones... Necesitamos una carta digital que recupere la dignidad humana y pensar en una renta básica para las profesiones que devorarán las nuevas tecnologías”.
Comunicación. “Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en un intercambio de información: las relaciones se reemplazan por las conexiones, y así solo se enlaza con lo igual; la comunicación digital es solo vista, hemos perdido todos los sentidos; estamos en una fase debilitada de la comunicación, como nunca: la comunicación global y de los likes solo consiente a los que son más iguales a uno; ¡lo igual no duele!”.
Jardín. “Yo soy diferente; estoy envuelto de aparatos analógicos: tuve dos pianos de 400 kilos y durante tres años he cultivado un jardín secreto que me ha dado contacto con la realidad: colores, olores, sensaciones... Me ha permitido percatarme de la alteridad de la tierra: la tierra tenía peso, todo lo hacía con las manos; lo digital no pesa, no huele, no opone resistencia, pasas un dedo y ya está... Es la abolición de la realidad; mi próximo libro será ese: Elogio de la tierra. El jardín secreto. La tierra es más que dígitos y números.
Narcisismo. Sostiene Han que “ser observado hoy es un aspecto central de ser en el mundo”. El problema reside en que “el narcisista es ciego a la hora de ver al otro” y sin ese otro “uno no puede producir por sí mismo el sentimiento de autoestima”. El narcisismo habría llegado también a la que debería ser una panacea, el arte: “Ha degenerado en narcisismo, está al servicio del consumo, se pagan injustificadas burradas por él, es ya víctima del sistema; si fuera ajeno al mismo, sería una narrativa nueva, pero no lo es”.
Otros. Es la clave de sus reflexiones más recientes. “Cuanto más iguales son las personas, más aumenta la producción; esa es la lógica actual; el capital necesita que todos seamos iguales, incluso los turistas; el neoliberalismo no funcionaría si las personas fuéramos distintas”. Por ello propone “regresar al animal original, que no consume ni comunica desaforadamente; no tengo soluciones concretas, pero puede que al final el sistema implosione por sí mismo... En cualquier caso, vivimos en una época de conformismo radical: la universidad tiene clientes y solo crea trabajadores, no forma espiritualmente; el mundo está al límite de su capacidad; quizás así llegue un cortocircuito y recuperemos ese animal original”.
Refugiados. Han es muy claro: con el actual sistema neoliberal “no se siente temor, miedo o asco por los refugiados, sino que son vistos como carga, con resentimiento o envidia”; la prueba es que luego el mundo occidental va a veranear a sus países.
Tiempo. Es necesaria una revolución en el uso del tiempo, sostiene el filósofo, profesor en Berlín. “La aceleración actual disminuye la capacidad de permanecer: necesitamos un tiempo propio que el sistema productivo no nos deja; requerimos de un tiempo de fiesta, que significa estar parados, sin nada productivo que hacer, pero que no debe confundirse con un tiempo de recuperación para seguir trabajando; el tiempo trabajado es tiempo perdido, no es tiempo para nosotros”.


Byung-Chul Han (o Pyong-Chol Han) (Seúl, 1959​) es un filósofo y ensayista surcoreano experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín. Escribe en alemán y está considerado como uno de los filósofos más destacados del pensamiento contemporáneo por su crítica al capitalismo, la sociedad del trabajo, la tecnología y la hipertransparencia.


jueves, 13 de mayo de 2021

EL LENGUAJE POÉTICO



Todos sabemos que las palabras tienen un significado. Pero también sabemos que, según el contexto en el que se use una palabra, según el lugar que ocupe en una frase, según la situación en la que aparezca, su significado puede variar o puede adquirir nuevos matices. Al consultar en el diccionario, por ejemplo, encontramos muchas palabras con distintas acepciones, que reconocemos cuando escuchamos o leemos cada palabra en una frase u oración determinadas. El sentido de las palabras, entonces no es único ni fijo: su capacidad para manifestar distintos significados es una de las causas principales de la riqueza de la lengua.

Ejemplo: lea el diferente significado de la palabra rojo en las oraciones siguientes:

· El rojo predominaba en el cuadro que pintó.
· Tenía los ojos rojos de tanto llorar.
· El rojo había invadido toda la habitación.

En el primer caso se refiere al color del cuadro (significado claro, sin ambigüedades); el segundo caso, en cambio, es más complejo: rojos están los ojos por efecto del llanto, pero los ojos no son rojos; y el tercer caso es más complejo todavía: ¿a qué se refiere rojo? ¿Se trata de una habitación pintada de rojo?, ¿de una habitación llena de objetos de ese color?, ¿podría tratarse también de una habitación en la que hay manchas de sangre? En este caso, rojo nos hace pensar en un accidente o un crimen cometido en ese lugar y una serie de asociaciones entre palabras nos vienen a la mente.

Lectura:

XXIII

Yo quiero salir del mundo
por la puerta natural,
en un carro de hojas verdes
a morir me han de llevar.

No me dejen en lo oscuro
a morir como un traidor;
yo soy bueno, y como bueno
moriré de cara al sol.

* * *

XXXIX

Cultivo una rosa blanca
en julio como en enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo,
cultivo una rosa blanca.

José Martí
(Cuba, 1853/1895)


Luchador incansable por la independencia de Cuba, esgrimió en su vida dos armas certeras: la pluma y el fusil. Poeta funda-mental de la literatura hispanoamericana, incursionó en prosa y en verso para dignificar la condición humana. Su mensaje literario está dirigido hacia la juventud que aspira a encaminarse hacia los auténticos valores.
Falleció fiel a su ideal de vida: luchando en la acción de Dos Ríos por la libertad de su país.

¿QUÉ ES UN POEMA?

La función poética predomina, especialmente, en las poesías. En ellas, el poeta usa las palabras aprovechando su capacidad de significación y sonoridad. Para ello, el poeta utiliza recursos expresivos y realiza combinaciones de palabras y sonidos que producen un ritmo particular.
Casi todos los poemas están escritos en verso, es decir, que no están escritos de corrido y no ocupan todo el ancho de la página. Los versos, a su vez, pueden agruparse en estrofas, que se reconocen porque entre ellas hay un espacio en blanco.

NOCIONES DE VERSIFICACIÓN

Versificación: es el arte de componer versos de acuerdo con medidas y ritmos determinados.

Verso: es, desde lo sonoro, una unidad rítmica marcada por una pausa final; y desde lo gráfico, se escribe en un renglón, aunque no lo ocupe entero.

Estrofa: Es un conjunto de versos que se separan entre sí por un espacio en blanco. Algunas poesías pueden estar organizadas en estrofas, y cada estrofa puede tener distinto número de versos.

Las estrofas de un poema reciben distintos nombres según la cantidad de versos que contienen:

Pareados: contienen dos versos.
Tercetos: contienen tres versos.
Cuartetos: contienen cuatro versos.
Quintillas: contienen cinco versos.
Sextinas: compuestas por seis versos.
Octavas: son las que tienen ocho versos.
Décimas: son las que tienen diez versos.
Series indefinidas de versos: varía la cantidad de versos y no se separa en estrofas.

Métrica: En muchos poemas, los versos tienen una cantidad de sílabas métricas determinadas. Medir un verso consiste en contar las sílabas que lo integran, teniendo en cuenta algunas licencias poéticas y el acento final. Cuando todos los versos de esos poemas miden igual (o siguen una determinada “métrica”), estamos frente a una poesía con versificación regular, y si no son iguales ni proporcionales entre sí, se dice que es una poesía con versificación irregular.

Las licencias poéticas:

Debemos comenzar por saber a qué llamaremos “licencia”:

1. SINALEFA: se da cuando a una palabra que termina con vocal, le sigue otra que empieza con vocal, así como en el habla corriente tendemos a unir palabras a causa de dicho “enlace” de vocales. En este caso, dicho sonido se contará como una sola sílaba:

Jo/ven,/ a/cér/que/se a/cá:/
¿es/ti/ma us/ted/ su/ pe/lle/jo?/
Pues,/ es/cú/che/me un/ con/se/jo,/
que/ me/ lo a/gra/de/ce/rá./

Rubén Darío (Nicaragua)

2. HIATO: es el caso contrario de la sinalefa. Consiste en la separación de una palabra que termina con vocal con la que le sigue que también comienza con vocal.

Muy/ gra/cio/sa es/ la/ don/ce/lla/
có/mo / es/ be/lla y/ her/mo/sa/.
Di/gas/ tú / el/ ma/ri/ne/ro./

Gil Vicente (España)

3. SINÉRESIS: es la unión de dos vocales pertenecientes a distintas sílabas y que no forman diptongo:

E/lla/ dio al/ des/me/mo/ria/do/
u/na/ al/moha/di/lla/ de o/lor/.
Él/ vol/vió,/ vol/vió/ ca/sa/do/.
E/lla/ se/ mu/rió/ de a/mor.

José Martí (Cuba)

4. DIÉRESIS: es la separación de dos vocales que forman naturalmente diptongo, que se pronuncian con sílabas diferentes y se la marca con una diéresis o crema:

Lar/gas/ bru/mas/ vï/o/le/tas/
flo/tan/ so/bre el/ rí/o/ gris/
y a/llá en/ las/ dár/se/nas/ quie/tas/
sue/ñan/ os/cu/ras/ go/lo/teas/
con/ un/ le/ja/no/ pa/ís./

Leopoldo Lugones (Argentino)

El acento final:

Para medir los versos también tenemos que tener en cuenta qué clase de palabra es la última del mismo, según su acentuación, ya que:

1. Si el verso termina con una palabra grave, el número de sílabas del verso es la que realmente contamos.

Un/ sue/ño/ so/ña/ba a/no/che/ 8
so/ñi/to/ del/ al/ma/ mí/a/ 8
so/ña/ba/ con/ mis/ a/mo/res/ 8
que en/ mis/ bra/zos/ los/ te/ní/a./ 8

Anónimo

2. Si el verso termina con una palabra aguda o con un monosílabo, se le suma una sílaba.

Sau/ce: en/ ver/dad/ te/ di/go/ que/ me/ das/ com/pa/sión 13 + 1
co/mo/ si/ fue/ra un/ ni/do/ se/ te/ ve el/ co/ra/zón./ 13 + 1

Baldomero Fernández Moreno (Argentino)

3. Si el verso termina con una palabra esdrújula, al verso se le deberá restar una sílaba.

Yo/ que an/he/lé/ ser/ o/tro,/ ser/ un/ hom/bre/ 11
de/ sen/ten/cias,/ de/ li/bros/, de/ dic/tá/me/nes/ 12 - 1
a/ cie/lo a/bier/to/ ya/ce/ré en/tre/ cié/na/gas/ 12 - 1
pe/ro/ me en/dio/sa el/ pe/cho i/nex/pli/ca/ble/ 11
un/ jú/bi/lo/ se/cre/to. Al/ fin/ me en/cuen/tro/ 11
con/ mi/ des/ti/no/ su/da/me/ri/ca/no./ 11

Jorge Luis Borges (Argentino)

Además, al hablar de las medidas de los versos, podemos diferenciar dos tipos de versificación: de arte menor, cuando los versos miden ocho sílabas o menos; y de arte mayor, cuando los versos miden nueve versos o más.

Nombre de los versos según la cantidad de sílabas:

a) De arte menor: monosílabos (1 sílaba)
bisílabos (2)
trisílabos (3)
tetrasílabos (4)
pentasílabos (5)
hexasílabos (6)
heptasílabos (7)
octosílabos (8)

b) De arte mayor: eneasílabos (9)
decasílabos (10)
endecasílabos (11)
dodecasílabos (12)
tridecasílabos (13)
tetradecasílabos o alejandrinos (14)
pentadecasílabos (15)
hexadecasílabos u octonarios (16)

La rima: Es un recurso que puede o no darse en la poesía. La rima es la coincidencia de sonidos entre dos o más versos a partir de la última vocal acentuada de cada verso.

Cuando la tarde se inclina
sollozando al occidente,
corre una sombra doliente
sobre la pampa argentina.

Rafael Obligado (Argentina)

La rima puede ser asonante (o imperfecta), cuando, a partir de la última vocal acentuada de los versos, son iguales solamente las vocales.

Por eso cuando la vida
me pone torvo y sombrío,
Cierro los ojos cansados
y recuerdo aquel camino.
En él recorro mi infancia;
oigo mi propio silbido
que despierta muchas cosas
dormidas en el olvido.

Miguel Cané (Argentina)

O bien puede ser consonante (o perfecta): cuando a partir de la última vocal acentuada de los versos, coinciden todos los sonidos (vocales y consonantes).

Me he detenido enfrente del Congreso
y en medio del urbano remolino
he soñado en un rústico camino
y me he sentido el corazón opreso.

Baldomero Fernández Moreno (Argentina)

Pero también están aquellas poesías cuyos versos no poseen rima alguna y que se utilizan en la actualidad. A dichos versos se los llamará versos blancos o sueltos.

ORACIÓN DE UN DESOCUPADO

Padre,
desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.

Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay.
Bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido.
Te digo que no entiendo, padre, bájate.
Tócame el alma, mírame
el corazón.
Yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean.
Te digo que no entiendo, padre, bájate
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello
porque no puedo más. Tengo riñones
y soy un hombre.
Bájate. ¿Qué han hecho
de tu criatura, padre?
¿Un animal furioso
que mastica la piedra de la calle?

Juan Gelman
(Argentina, 1939)

¿Cómo señalar las rimas?

Señalaremos las rimas con letras sobre el margen derecho. A cada rima le corresponderá una letra diferente, según las letras del abecedario. Siempre que en un poema aparezca en sus versos la misma rima, se la identificará con la misma letra.
Habrá que tener en cuenta además si los versos son de arte mayor o arte menor. En el primero de los casos, la letra deberá escribirse con mayúsculas, y en el segundo caso la letra se escribirá en minúscula.

A UNA NARIZ

Érase un hombre a una nariz pegado, A
érase una nariz superlativa, B
érase una nariz sayón y escriba, B
érase un peje espada muy barbado. A

Era un reloj de sol mal encarado, A
érase una alquitara pensativa, B
érase un elefante boca arriba, B
era Ovidio Nasón más narizado. A

Érase un espolón de una galera, C
érase una pirámide de Egito, D
las doce Tribus de narices era. C

Érase un naricísimo infinito, D
muchísimo nariz, nariz tan fiera C
que en la cara de Anás fuera delito. D

Francisco de Quevedo
(España, 1580/1645)


ALGUNOS RECURSOS TÉCNICOS (o recursos de estilo o literarios)

· COMPARACIÓN: establece una comparación entre dos elementos: uno real (A) y otro evocado (B). Estos dos elementos aparecen unidos por el nexo comparativo como.

La blanca cigüeña (A)
como un garabato (B)

Antonio Machado (España)

· METÁFORA: asocia imaginativamente dos elementos, uno real (A) y otro evocado (B). Los elementos pueden aparecer ambos en el verso (metáfora impura) o sólo mencionarse el evocado.

La muerte (A) es una hebra de lágrimas (B)

Hebra de lágrimas (B) --- así llama Mario Benedetti a la muerte.

· IMÁGENES: se utilizan para provocar una representación, en la mente del lector de alguno de los cinco sentidos (imágenes sensoriales) o de algún sentimiento (imágenes afectivas o emotivas).

· Visual cromática:

Ante el pálido lienzo de la tarde
la iglesia, con sus torres afiladas
y el ancho campanario.

Antonio Machado (Esp.)

· Visual cinética:

Una brisa en pañales movía los paraísos...

Baldomero Fernández Moreno (Arg.)

· Auditiva:

Y en los profundos campos silbaba una perdiz...

 
· Táctil:

Vuela sobre la piedra áspera...

Alfonsina Storni (Arg.)



· Olfativa:

El cerro azul estaba fragante de romero...

Leopoldo Lugones (Arg.)

· Gustativa:

Tu nombre me sabe a hierba...

Joan Manoel Serrat (Esp.)

· Afectivas o emotivas:

El miedo se hizo rabia en las miradas...

Mario Benedetti (Urug.)


· PERSONIFICACIÓN: se otorgan a un ser inanimado características y comportamientos humanos.

Ámbito en que se odian dos colores...

Jorge Luis Borges (Arg.)

· ANÁFORA: es la repetición de palabras o frases al comienzo de cada verso.



Si pudiera beber tu sangre
si pudiera oír en la espera tus ladridos marrones,
si pudiera abrazar el vaivén de tu muerte...

Alberto Girri (Arg.)

· HIPÉRBOLE: es una exageración con fines de alabanza o burla.

Érase un hombre a una nariz pegado...

Francisco de Quevedo (Esp.)

· ALITERACIÓN: repetición de un sonido a lo largo de uno o más versos.

García Lorca
Gracia loca
Pablo Neruda
Nobel para Ud.
Violeta Parra
Ave por la lira

Nicanor Parra (Chile)


· ENCABALGAMIENTO: se produce cuando el sentido de un verso únicamente se completa en el siguiente.

¿De qué muerte vino
este pájaro solo que ahora canta...?

Juan L. Ortiz (Arg.)

domingo, 14 de marzo de 2021

GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel: Algo muy grave va a pasar en este pueblo

Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: "No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo".
El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice: "Te apuesto un peso a que no la haces". Todos se ríen. El se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Y él contesta: "Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo".
Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mama, o una nieta o en fin, cualquier pariente, feliz con su peso dice y comenta:
—Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.
—¿Y porqué es un tonto?
—Porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.
Y su madre le dice:
—No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen...
Una pariente oye esto y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero: "Deme un kilo de carne", y en el momento que la está cortando, le dice: "Mejor córteme dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado". El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar un kilo de carne, le dice: "Mejor lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas". Entonces la vieja responde: "Tengo varios hijos, mejor deme cuatro kilos...". Se lleva los cuatro kilos, y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata a otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto a las dos de la tarde, alguien dice:
—¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?
—¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!
Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.
—Sin embargo —dice uno—, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.
—Pero a las dos de la tarde es cuando hace más calor.
—Sí, pero no tanto calor como ahora.
Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: "Hay un pajarito en la plaza". Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito.
—Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.
—Sí, pero nunca a esta hora.
Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.
—Yo sí soy muy macho —grita uno—. Yo me voy.
Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde todo el pueblo lo ve. Hasta que todos dicen: "Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos". Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice: "Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa", y entonces la incendia y otros incendian también sus casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, le dice a su hijo que está a su lado: "¿Viste, mi hijo, que algo muy grave iba a suceder en este pueblo?".
.
Gabriel García Márquez
Colombia, en 1927

martes, 23 de julio de 2019

¿POR QUÉ SI «HUÉRFANO» SE ESCRIBE CON «H», «ORFANATO», «ORFANDAD» SE ESCRIBEN SIN ELLA?




En la mayoría de las palabras que conforman nuestro idioma, la «h» se ha mantenido en nuestro sistema ortográfico por razones etimológicas o de uso tradicional consolidado. 

Pero hay un grupo de haches del español que responden a razones histórico-gráficas consolidadas por el uso y no por razones etimológicas: se trata de la «h» que se escribe siempre (salvo contadas excepciones) delante de los diptongos /ua/, /ue/, /ui/ tanto en posición inicial de palabra como en posición interior a comienzo de sílaba, esté o no justificada esa «h» por la etimología. 

Ejemplos: huelga, huella, huérfano, hueso, huerto, huir, deshuesar… 

¿Por qué se utilizaba esta «h» delante de la «u»?

Porque antiguamente la «u» y la «v» compartían el mismo grafema (se escribían de la misma forma) y fue necesario utilizar esa hache para indicar que las palabras comenzaban con «u» (valor vocálico) y no con «v» (valor consonántico).

Ejemplos: se colocaba la «h» para evitar que ueso se leyera como veso /béso/.
Y si la primera letra tenía valor consonántico («v»), obviamente no se colocaba la «h»: velo necesariamente debería leerse como /bélo/. 

El origen puramente gráfico del uso de la «h» ante los diptongos de /u/ más vocal, explica que se escriban con ella (con «h») palabras que no la tienen en su etimología.
Y uno de esos casos es la palabra que nos ocupa: «huérfano» (del latín orphãnus) no posee en su misma familia etimológica la «h»: «orfanato», «orfandad» justamente porque no presentan la «u» inicial. 

Otros ejemplos similares: 

«hueco» (del latín occãre) --- «oquedad» 
«hueso» (del latín ossum) --- «óseo», «osario», «osificar» 
«huevo» (del latín ovum) --- «ovario», «óvulo», «ovalado», «desovar» 

La misma explicación vale para las diferencias de igual tipo que se observan entre las formas de un mismo verbo:

«oler», «olía», «oleremos», «olió» --- pero --- «huelo», «huele», «huelas», «huelan»


PALABRAS QUE CONTIENEN LAS CINCO VOCALES



Estimados Señores: 

Acabo de ver en la televisión estatal a Lucía Echevarría diciendo que "murciélago" es la única palabra en el idioma español que contenía las cinco vocales. 

Mi estimada señora, piense un poco y controle su "euforia". Un "arquitecto", "escuálido", llamado "Aurelio " o "Eulalio", dice que lo más "auténtico" es tener un "abuelito" que lleve un traje "reticulado" y siga el "arquetipo" de aquel viejo "reumático" y "repudiado", que "consiguiera" en su tiempo, ser "esquilado" por un "comunicante", que cometía "adulterio" con una "encubridora" cerca del "estanquillo", sin usar "estimulador". 

Señora escritora, no sea "esquizofrénica" que parece colgada de un "eucaliptos", si el "peliagudo " "enunciado" de la "ecuación" la deja "irresoluta", olvide su "menstruación" y piense de modo "jerárquico". 

No se atragante con esta "perturbación", que no va con su "milonguera" y "meticulosa" "educación". Y repita conmigo, como diría Cantinflas: ¡Lo que es la falta de ignorancia! 
José Fernando Blanco Sánchez


Las palabras que contienen las cinco vocales sin que se repita ninguna de ellas se llaman panvocálicas o pentavocálicas.
A continuación te brindamos una extensa lista (incompleta, por cierto) de estas palabras, cuyo significado podrás buscar en el diccionario:

Abuelito 
Aceituno
Acuífero
Adoquines
Adulterio
Aguerrido
Aguileño
Albugíneo
Anticuerpo
Aperturismo
Arquetipo
Arquitecto
Audímetro
Auditemos
Aurífero
Aurígero
Auténtico

Barquillero
Birrectángulo
Bisabuelo
Blanquecino
Blanquinegro
Bribonzuela
Bufonería
Buhonería
Buscapleitos 

Caquéctico
Cauterio
Celulósica
Centrifugado
Centrifugador
Cincuentavo
Cincuentona
Cochiquera
Comunicable
Comunicante
Concienzuda
Concurrencia
Confluencia
Congruencia
Conquistable
Consecutiva
Conseguida
Contertulia
Contundencia
Corpulencia
Correduría
Cosquillear
Cruzamiento
Cuadernillo
Cuadriforme
Cuartelillo
Cuartillero
Cuellicorta
Cuellilargo
Cuestación
Cuestionar
Culteranismo
Curanderismo
Curiosear 

Degustación
Denticulado
Denudación
Denunciador
Depuración
Depurativo
Desahucio
Descontinuar
Descubridora
Descuidado
Desdibujado
Dominguera
Droguería
Duodécima
Duodecimal 

Ecuación
Educación
Educativo
Emulación
Emulsionar
Encubridora
Enjundiosa
Enlucidora
Enquistado
Ensuciado
Enturbiador
Entusiasmo
Enunciado
Equívoca
Equivocar
Erupcionar
Escorbútica
Escrutiñador
Escuálido
Escudriñador
Escultórica
Escupitajo
Esquiador
Esquilador
Esquinado
Esquinazo
Estimulador
Estuario
Estudiado
Estudiosa
Eucalipto
Eucrático
Eufonía
Eufónica
Euforia
Eufórica
Eutrofia
Eutrófica
Evolutiva
Exculpación
Exhaustivo
Exhumación
Exudación
Exultación

Fecundación
Ferruginosa
Feudalismo
Freudiano
Funerario

Galleguismo
Gesticulador
Guarnecido
Gubernativo
Guitarreo
Guitarrero
Guitarresco

Hipotenusa
Humectativo
Humilladero

Impetuosa
Incestuosa
Inconmutable
Interurbano
Irresoluta

Jerárquico

Leguminosa
Lengüicorta
Lengüilargo
Lloriquear
Luteranismo

Maniqueo
Manutención
Marisqueo
Meditabundo
Menstruación
Mensuración
Mensurativo
Metalúrgico
Meticulosa
Milonguera
Mordisquear
Mosquitera
Muestrario
Murciélago
Nebulizador
Nebulosidad
Neumático
Neumonía
Neumónica
Neurálgico
Neuroglia
Neurótica
Neutralismo
Niquelado
Niquelador
Numeración
Numerario

Obsequiar
Ocurrencia
Ojituerta
Olisquear
Opulencia
Orquestina
Orquídea

Pacienzudo
Palitroque
Pandemónium
Paquidermo
Parquímetro
Patituerto
Pauperismo
Paupérrimo
Pecuario
Peliagudo
Perduración
Perjudicado/r
Permutación
Persuadido
Persuasión
Persuasivo
Perturbación
Piragüero
Porquería
Porqueriza
Precaución
Preciosura
Presunciosa
Progenitura
Pronunciable
Pulverizado/r
Purgamiento
Putrefacción 

Quebradizo
Quejicosa
Queratosis
Quijotesca
Quinceavo 

Raquídeo
Reconquista
Reconquistar
Reconstructiva
Recusación
Refugiado
Refundidora
Refutación
Regulación
Regulativo
Reproductiva
Republicano
Repudiado
Reputación
Resolutiva
Resucitado/r
Resudación
Reumático
Reumatismo
Riachuelo
Rubefacción
Rufianesco 

Salutífero
Sanguíneo
Secundario
Seguidora
Sensualismo
Sequoia
Seudónima
Simultáneo
Subdirectora
Sublevación
Subvencionar
Sucesoria
Sudorienta
Sudorífera
Sugeridora
Sugestionar
Superación
Superiora
Superlativo
Supersónica
Supervisora
Supletoria
Surrealismo
Suspensoria
Sustentación 

Taquillero
Taquímetro
Tertuliano
Teutónica
Tirabuzones
Truncamiento,
Tuberosidad
Tumefacción
Turbamiento

Ulceración
Ulcerativo
Ultraligero
Unipersonal
Untamiento
Urogenital

Vaquerizo
Ventrílocua
Venusiano
Vesiculosa
Vestuario
Vituperador
Volumetría
Volumétrica
Vomipurgante
Vulneración

Zurrapiento

NOMBRES PROPIOS 

Aurelio
Eufrasio
Eufronia
Eulalio
Eulogia
Eustasio
Gaudencio
Gualterio
Laudelino
Laurencio
Laurentino
«Manuelito»
«Miguelazo»

CIUDADES Y PAISES

Boceguillas
Bustarviejo
Castilnuevo
Enguídanos
Fuengirola
Goizueta
Hortiguela
Humilladero
Castilnuevo
Mirabueno
Mozambique
Orihuela
Puertomarín
Villarmuerto
Villoruela
San Fulgencio
Soriguera
Sorihuela
Valsequillo
Villarluengo

GENTILICIOS

Aquileo
Ariqueño
Bielorrusa
Borinqueña
Guadijeño
Guineano
Iroquesa
Menorquina
Sanluiseño o sanluisero

lunes, 29 de enero de 2018

ANÓNIMO: Al pie de la letra


Un día, un médico fue a visitar a un enfermo de un caserío de las afueras del pueblo. Detectada la enfermedad, el médico encargó a la mujer del enfermo que cada dos horas le diese una pastilla.
La mujer, preocupada, preguntó al médico:
-¿Pero cómo voy a hacerlo? ¡Si no tenemos ni un reloj en la casa!
-¿Ningún reloj? Veamos... ¡Ya está! Cuando le parezca que ya han pasado dos horas, le da la primera pastilla.
-¡Diablos! Qué difícil me lo hace, doctor. No sé si sabré hacerlo.
-Vamos, mujer, que no es tan complicado. Mire, cada vez que cante el gallo, le da una píldora.
Al día siguiente, el médico volvió a visitar al campesino enfermo y vio que había empeorado. Algo molesto, retó a la mujer:
-¿Por qué no ha hecho todo lo que le dije?
-¡Claro que lo he hecho! -afirmó ella-. Demasiado bien, incluso... Y por haberle hecho caso, mire lo que me ha pasado: a la tercera píldora que le he dado al gallo, me he quedado sin comida de Navidad.
-¡¿No me diga que le ha dado las pastillas al gallo?!...
-¡Claro! Yo hice lo que usted me dijo. Cada vez que el gallo cantaba le daba una píldora, y por culpa de sus recetas el pobre animal estiró la pata. ¡Y mi marido enfermo en cama!

Cuento popular extraído de ¡¿Ay, que risa! Barcelona, Editorial Grao.

domingo, 10 de septiembre de 2017

CORTÁZAR, Julio: Continuidad de los parques


Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

Argentino
(Bruselas, 1914/Francia, 1984)